Por Marcela Sinturión

domingo, 11 de abril de 2021

VEAMOS LO QUE NADIE VE




Una mañana de feriado, dedique unas horas a trabajar con mí huerta y mis plantas. Vivo en una casa en la ciudad, por lo que mi contacto con la tierra es a través de macetas y un huertero de madera en la terraza.

Muchas veces aparecen plantas de semillas que han sido depositada por aves o por el mismo viento, por eso, no sé en qué momento apareció una suculenta llamada Kalanchoe la cual al crecer se llena de brotes en los bordes de sus hojas. Para saber más sobre ella, con Google Lens busqué como se llamaba, que propiedades tiene, como cuidarla y más detalles.

Ahí descubrí que en algunos lugares la llamaban “mala madre” porque siempre pierde a sus “hijos”. Esos pequeños brotes se esparcen por todas partes. Si encuentran tierra, comienzan a crecer, de lo contrario caen al piso y son llevadas por las palomas, pájaros y cuanto bicho con alas aparece en la terraza o van a parar a la basura cuando baldeo. Me daba tanta pena no darle la oportunidad de crecer que comencé a plantarlas en el árbol de la puerta de casa.


Mi Kalanchoe en su nueva maceta

Es muy invasora, por lo que decidí sacarla de mí huertero (habían caído ahí desde una planta cercana) y del balde macetero con el limonero con el fin de darle una maceta propia. 

Con cuidado, cavé alrededor de ellas para no malograr la planta anfitriona. Tomé la “mala madre” ya muy crecida tratando de no arruinar sus raíces y me di cuenta que estaba unida por la raíz a los nuevos retoños que empezaban una vida separada de su madre pero en el mismo trozo de tierra.

Esto me llevó a una reflexión. Que fácil es juzgar por lo que vemos por fuera (una planta "mala madre" que pierde sus brotes fácilmente). Esto nos pasa cuando vemos una madre desbordada que regaña a sus hijos delante de todos, un hijo que hace berrinche en un lugar público, un adolescente contestador, en seguida nuestra mirada va hacia la madre y su crianza, aunque no sepamos nada de la historia de esa familia.

Sin embargo, esa planta juzgada por perder sus retoños, lograba unir los brotes que caían en su mismo espacio a través de la raíz, pero claro, eso estaba bajo tierra, no se podía ver.

A veces, lo que vemos por fuera, es la consecuencia de algo que sucede o sucedió, un niño berrinche puede tener un problema, no juzguemos a la madre; un adolescente contestador puede estar pasando por una infinita angustia interna sin poder comunicarlo, no juzguemos al joven ni a su crianza.  Una madre que no actúa frente a los enfrentamientos de su hijo puede ser una madre agobiada y cansada de los problemas.

Aprendamos a no juzgar y creernos los mejores padres, una madre siempre que pueda mantendrá ese lazo bajo tierra aunque sus hijos crean que se han independizado, siempre estará allí para cuando necesite y le daría su propia savia o sangre si lo necesitara. No es mala madre, ni es un hijo/a malcriado solo que a veces las situaciones cotidianas, los diagnósticos, la muerte de un ser querido y millones de circunstancias pueden hacer desbordar a la "mala madre". Ofrecé tu ayuda, no tu juicio.

No juzguemos solo lo que vemos. Veamos lo que nadie ve.