Por Marcela Sinturión

lunes, 11 de septiembre de 2017

AMOR HISTÓRICO




¡Proteja Dios tus armas, honrado general Paz! ¡Si salvas la República, nunca hubo gloria como la tuya! ¡Si sucumbes ninguna maldición te seguirá a la tumba! ¡Los pueblos se unirán a tu causa o deplorarán más tarde su ceguedad o su envilecimiento! (D.F.Sarmiento) 


Vuelve a releer el final. Piensa en su autor mientras cierra el libro y camina hacia la ventana de reja española. Observa melancólicamente las calles empedradas y los balcones cubiertos de malvones rojos que le hacen recordar su primer día en esta tierra. A sus espaldas, sobre la cama de manta floreada, una maleta a medio hacer. 



Linda es una de las setenta y cinco maestras que fueron traídas de EEUU para desarrollar un programa educativo. Ella había sido elegida para preparar a las futuras docentes de la reciente nación. Sus recuerdos vuelan hasta el momento en que este hombre la entrevista para convocarla al viaje. En esa primer charla, Linda vio en sus ojos un deslumbramiento por la educación americana, a ella no le parecía tan fantástica pero él lucía como si hubiera descubierto un tesoro bajo del mar. Ella le sugirió prepararle un instructivo para que él pudiera entrenar a las nuevas educadoras pero, éste cuarentón era sin lugar a dudas un emprendedor, un insistidor, un perseverante en sus decisiones. Él estaba convencido que lo mejor era llevar este grupo a su tierra y que pudieran transformar la ignorancia en saber. Linda no pudo resistirse ante la mirada de este adulto con ojos de niño. En el largo viaje pudo conocerlo mejor. Charlaron de sus familias, sus ideales, sus enemigos y sobre todo de su gran sueño. Mientras hablaban, ella dibujaba en su mente esta nueva patria a la que tendría el privilegio de visitar. 
“Sé que el presente lo tenemos los adultos pero el futuro está en los chicos”, le decía cada vez que hablaban del tema. Linda estaba impactada con este luchador, quizá porque en su tierra ya no abundaban los revolucionarios amateurs, sino que estaban convirtiéndose poco a poco en políticos desapasionados. Pero como si fuera poco, este hombre tenía la virtud de pensar no sólo en el futuro sino también en el presente y estaba dispuesto a todo para transformar su generación. Ella pensó: “Este hombre va a llegar alto, bien alto, quizá a dirigir este nuevo país”. 



¿Qué estaba pasando? Todo el tiempo este hombre estaba en su mente, soñando, imaginándose a su lado. Linda estaba enamorándose. Le encantaba escuchar sus anécdotas, leer sus libros, su corazón latía más fuerte cuando él le hablaba. Sí, algo estaba pasando. A veces, mientras asistía a alguna tertulia se imaginaba de su brazo, con un largo vestido español, uno de esos que se usaban en las fiestas de la alta sociedad, con un corcet que marcara su figura, un miriñaque amplio que la hiciera sentir importante y un arreglo en el cabello con esas peinetas altas que sostienen el delicado velo que caía sobre los hombros. Adoraba esos vestidos pero todo era una ilusión porque este incansable trabajador no parecía interesarse en ese tipo de celebraciones. Bueno, en realidad, tampoco parecía interesarse en ella, lo único que parecía quitarle el sueño era la realidad de su patria y estaba convencida de que nada ni nadie lo distraería de su objetivo. 




¿Cuánto tiempo habrá pasado? Dos años, cinco, diez... Realmente no importaba, ya había llegado la hora de irse, su maleta debía ser preparada y dentro de ella guardaría todos estos sueños vividos en la tierra de los Buenos Aires. Esa ilusión, que día a día, abrigaba la esperanza de ser un amor correspondido. Su misión había terminado; su corazón recién empezaba a aceptar la realidad: ya no habría malvones rojos en las ventanas, ni paseos por las calles empedradas, ni juegos con niños de tez morena ¿Cómo sería su vida de ahora en más? Quien lo puede saber... Golpean a la puerta y se da cuenta que el cochero vino a buscarla. Cierra su valija y mira cada elemento de la habitación como despidiéndose. Mientras su visión se nubla a causa de las lágrimas, deja casi como en un olvido voluntario, un papel abollado con una nota y la firma de sus sueños: Dios proteja esta nación. Lynda de Sarmiento. 

lunes, 4 de septiembre de 2017

7 EXPERIENCIAS QUE ME HACEN CREER QUE NO EXISTE LA LIBERTAD DE RELIGIÓN NI DE PENSAMIENTO POLÍTICO



A veces me pregunto ¿Cuál sería la definición de “libertad” cuando se habla de religión o política?  ¿Hasta donde llega la posible aplicación del término?
Soy cristiana evangélica y más de una vez vi como mis derechos no eran iguales a los de otra religión. Algunos de esas situaciones las viví con los colegios donde cursaron y cursan mis hijos.
1. Sala de 3 y 4 años. Aniversario del Parque Chacabuco. Mi hijo mayor asistía a educación inicial en un colegio público de Parque Chacabuco. Dicho parque festejaba su aniversario y el colegio participaría en los distintos actos. Me presenté como miembro de una iglesia evangélica del barrio y ofrecí una obra de teatro o bandas musicales. Luego de varios contactos, uno de los grupos organizadores era un colegio católico católico de la zona, así que nunca obtuve el permiso para integrar a mi iglesia a los festejos del mismo parque que compartimos.

2   Luego durante la enseñanza primaria envié a mis hijos a un colegio privado subvencionado por el Estado. Me llegaban por cuaderno de comunicación y también se ponía un cartel en la puerta para aquellos que querían tomar la comunión pasando data día, horario y lugar donde hacer el curso previo. Me presenté, pidiendo la oportunidad para repartir de la misma forma una invitación a un evento de jóvenes. No me lo concedieron por ser un colegio “laico”, sin embargo, es su puerta estaba el anuncio de la catequesis.
3.   3. Años más tarde tuvimos un festejo con la congregación, como institución en la cancha de Ferro. Solicité los permisos necesarios para poder tener la posibilidad de culminar el evento con fuegos artificiales. Nos lo concedieron pero solo por fuera del estadio. Esa misma noche, un club de fútbol hacía un evento y sus fuegos artificiales fueron disparados desde adentro de la cancha sin tener problema alguno. Hice una nota para diarios preguntando porque para algunos si y para otros no. Nunca obtuve una respuesta.

4.    4. La fiesta del Inti Raimi. Todos los años, mis hijos tienen que dar explicaciones de por que no participan de esta fiesta. Disfrazado de “tradición” no es otra cosa que un culto al dios sol de los Incas, con cantos y ofrendas en fogón, todos condimentos de un ritual religioso. Aunque lo hacen en el Parque Chacabuco, se organiza desde los colegios y escuelas de arte. Cabe aclarar que generalmente es un día de semana, en pleno período de clases.

POLÍTICA EN EL COLEGIO
5.   5.  La experiencia en la escuela secundaria de uno de mis hijos no es mucho mejor. Fue elegido como delegado de su clase y comenzó a recibir presiones para incentivar a ir a los alumnos a las marchas docentes. Nunca me pidieron un permiso (tenía solo 13 años) para tal actividad. Tuvo que renunciar. A todo ésto no se dictaban las materias sino se hacía de la clase un lugar de discusión política y presentando a quienes eran, según ellos “los buenos y los malos”. Tuve que cambiarlo de colegio porque no me daba seguridad cada vez que él expresaba una opinión diferente. En mayo solo había tenido dos pruebas y esas notas ni siquiera habían llegado a la dirección, por lo que pasó a otro colegio a un mes de cerrar trimestre sin ninguna nota. El tuvo que esforzarse de tal manera de rendir en un mes todo un cuatrimestre porque sus profesores decidieron no dar su materia.
6.   6.  Otro de mis hijos en un instituto de arte nivel primario les contaron algunas noticias y les hicieron expresar en dibujos como “el policía malo” le pegaba al “docente bueno”, poniendo en la conciencia del niño la adjetivación a toda una institución por el mal desempeño de un par de personas.

7.   7. Ni hablar del reciente tema de Santiago Maldonado. Me duele el corazón ver como se insultan, se menosprecian y se pelean por ponerse en una u otra posición. Soy una analfabeta política, lo sé, pero tengo otros recursos y en este momento el más valioso es la oración y mi empatía con esa familia, por la angustia que deben estar pasando, que les debe importar un pito a quien beneficia o no el caso de su hijo, solo deben querer encontrarlo, abrazarlo y terminar con esa agonía de la espera. Disculpen que no me enrede en discusiones políticas al respecto, prefiero concentrar mis fuerzas pidiendo fortaleza para esa familia. No me juzguen.

Resumiendo. Si la educación es laica en cuanto a religión entonces pido que no se ponga como padrino a una escuela un santo católico y obliguen a mis hijos a hacer una actividad con una estampita del mismo, pido que se me de la misma oportunidad de mostrar mi credo mediante alguna participación sin darme evasivas bajo el título de “laico”.
Quiero que sea laico de ideas políticas también. Una cosa es enseñar historia contemporánea y otra es que el maestro o profesor quiera inculcar sus ideas políticas. Ellos tienen influencia sobre los alumnos, quizá no se dan cuenta o quizá lo aprovechan, no lo sé, pero yo como madre pido que al colegio se vaya a aprender, que den las clases como corresponde, que cumplan con el plan de contenido y que si quieren exponer sus ideas lo hagan un sábado o fuera de horario de clase y que vayan los alumnos interesados, que nunca se use el aula para esgrimir una idea única.
Y lo que sí podrían hacer, es enseñarles como es el voto, a que se llama un cuarto oscuro y hacer un simulacro del mismo. Sin embargo, ni en sexto ni en primer año ni quinto, decidieron tomar una clase para explicar este derecho.
Al menos, esta es mi experiencia.